sábado, 27 de diciembre de 2014

Felices Fiestas

Feliz entrada en el año 2015, para todos los guarecidos en este nuestro blog tan poco usado en este año que se nos va, yo por mi parte, prometo abultarlo más con todas las tonterías que se me puedan ocurrir, un abrazo a todas y a todos del bicho rojo con pecas negras.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Filtro mojado (Minea)








Llegaba  a casa del trabajo,  se deshacía  de su ropa por el pasillo y con una necesidad arrogante se metía bajo de la ducha. Nada más entrar comenzaba a restregarse con jabón de lagarto y con un estropajo de tiempos de su abuelo – dijo Carmen mientras miraba con cierta compasión a Elena - Desde el baño me contaba que se había dado cuenta de que los gérmenes se le metían dentro y gritaba:

- ¡Que te den, mundo! ¡Que sepas que te desprecio! ¡Ahora me voy a lavar hasta que mate todas tus bacterias!

miércoles, 17 de septiembre de 2014

El hereje. Minea.





Me senté en la puerta esperando verte. Quería preguntarte, preguntarte por la vida, convencerme de que las personas caminan y viven y que cada uno nace y muere de manera diferente. Quería preguntarte por tu alma, quería preguntarte por tu nombre. Yo quería saber quién eres - yo soy el que soy- dijiste un día- , pero nunca te mostraste. 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Ajedrez (Serie de microrelatos). Minea.



I - Ira

El reloj de arena rige el tiempo sobre la mesa. Las reglas gobiernan el juego. Yo juego con las piezas negras. Temo el próximo movimiento. Estoy en una situación delicada. Si muevo una pieza y me equivoco, será con todas las consecuencias. Espero el error de mi rival. Él cree que tiene ganada la partida, se ha confiado demasiado. Mi fallo anterior fue grande, pero aún no he perdido. En un descuido, comete una equivocación. Y rápidamente, con un peón me zampo la reina y él explota en ira, como si la vida, sin dama que mover, ya no fuese vida. 


Minea

II - Gula

Este hombre no tiene medida. Su gula es desmedida. Come, come y come sin parar. El peón, el alfil, la torre. Arrambla las piezas del tablero sin darse cuenta de que le abre paso al rival para manejarse mejor. No es un buen jugador,  hace daño y sólo llena su panza. Se come las piezas como se come su vida. Sin sentido. No se da cuenta de que no tendrá vida más allá del tiempo que dure esta partida. 

Minea

III - Soberbia

Quedamos en tablas. Hubo un cincuenta por ciento de derrota y un cincuenta por ciento de victoria. Acabó la partida. Y ninguno de nosotros puedo dar rienda suelta al regodeo de ganar. Ninguno de los dos pudo mostrar su soberbia. Hubo una celebración ambigua. Volvemos a empezar de nuevo la partida. 






Miriada azul





Cuando mi madre me parió, rondaba ya los cuarenta. Nadie me esperaba con los brazos abiertos. Por supuesto, ella sabía que su marido sabía. Estaba segura de que si en el matrimonio no se sigue el juego, las cosas terminan por perder el interés. Ellos se conocían tanto que si uno pensaba cualquier cosa, el otro estaba pensando lo mismo. Y, a veces, hasta lo decían los dos a la vez, ante el asombro mutuo de ambos que siempre decían – “Qué curioso, eso mismo pensaba yo”.

Sísifo desesperado. Minea





Sé bienvenido, mortal, te conduciré hasta la morada de Perséfone y allí podrás interceder por tu causa y pedirle lo  que tanto deseas. Pero mientras llegamos, te pondré al día, ya que estos parajes han cambiado mucho desde que Homero y Virgilio los describieran.

Siete por siete. Minea




Oye, Jose, ¿sabes lo que me pasó ayer? – dijo Juan.

Jose le miró con interés mientras se mojaba los labios en el güisqui escocés.

Antes de salir del trabajo, llamé a Laura y le dejé varios mensajes en el contestador. ¿Te acuerdas de ella?.

La criatura. Minea





Esta criatura vive más asustada que yo. Vive llamando, rozando, arañando mi puerta, todas las noches, desde hace más de tres años. Las primeras noches hacía un ruido espantoso, hasta que llegaba el amanecer. Luego,

miércoles, 7 de mayo de 2014

A la mañana siguiente. Alvaro

Cuando estaban casi desnudos y besándose él la interrumpió.

 –Espera, vamos a pasarlo aún mejor -dijo  sacando una bolsita trasparente llena de un polvo blanco.

 –¿Es coca? -Había preguntado ella. Él había sonreído. Contestó algo que a ella le sonaba a una de las siglas que utilizaban a diario en el trabajo.

 –Lo llaman la droga del amor –le explico él-. Potencia todas las sensaciones, ¿la has probado alguna vez no?

Aquel había sido el punto de inflexión de la noche. Cristina había vacilado un momento. Decir que no habría significado reconocer lo que llevaba atormentándola  toda la noche. No tenía nada que ver con ese chico al que le sacaba suficientes años para que los desconocidos  los mirasen con un punto de suspicacia al verlos juntos.

Todo había comenzado para Cristina esa misma mañana en la oficina. El que fuese semana santa y que sus compañeros hubieran decidido coger vacaciones en el último momento no fue una buena forma de comenzar el día. Se suponía que iban a venir para trabajar juntos en una campaña que tenían que presentar a final de mes. Sin embargo uno le había mandado un email y otro había dejado un mensaje en su buzón de voz excusándose.  Así que le habían dejado plantada y ella había ido para nada.  Perdida en aquella oficina llena de espacios vacíos una voz masculina le sobresaltó.

-¿Es que somos los únicos pringaos que vamos a currar esta semana?

Levantó la cabeza para ver dos filas más atrás al becario de producción. "El becario mono", como lo llamaban sus compañeros. Les había oído hablar de él en varios cafés, andaban siempre discutiendo si era o no era gay. Ella apenas había reparado hasta aquel momento en él, pero ciertamente tenía buena planta. Alto y con una melena de rizos que caía despreocupadamente sobre unos hombros anchos.

-Bueno, yo al menos mañana ya no vengo. Eso lo tengo claro –contestó ella.

-Afortunada tú.

Luego él se había acercado para tomar un café a media mañana,  volvió a mediodía para acompañarle al bar a comer  un sándwich de pollo y por la tarde para tomar un refresco de la máquina. Cuando se acercaba la hora de la salida él había apareció de nuevo y le propuso tomar una copa después del trabajo. Cristina se lo había quedado mirando. ¿Acaso estaba ligando con ella? Ella que siempre había estado en contra de mezclar lo personal con lo profesional…  Claro que no tenía por qué enterarse nadie.

Llevaban unas cuantas copas en un bar demasiado moderno cuando él le propuso tomar la última en su apartamento. Ella se levantó de la silla alta para poner alguna excusa y entonces se sintió mareada. Afortunadamente él estaba allí para cogerla en sus brazos y de paso plantarle un beso por lo que no hizo falta que contestase a la pregunta. Al llegar a su casa a Cristina le sorprendió aquel enorme apartamento en la última planta de un edificio rehabilitado.

-Vaya, ¿vives tú sólo aquí?- le había preguntado. Él le contó que tenía un compañero de piso, pero que hacían vidas independientes y apenas lo veía. Tampoco hubo mucha más conversación, cuando se quiso dar cuenta estaban en el sofá, medio desnudos y entonces fue cuando Cristina decidió probar "la droga del amor". Después entra risas le dijo que no sentía  nada diferente pero él le dijo que había que esperar… a partir de ahí todo se volvió borroso.

Ahora a la mañana siguiente, Cristina no consigue recordar que pasó después. Tan solo llegan a su cabeza algunos flases. Posturas que nunca creyó que podría experimentar. Sudor y excitación.  Gritos de placer…. Podría intentar hacer memoria si no fuera por el dolor de cabeza que casi le impide moverse de la cama. Como un tambor golpeando en su sien, le va a costar mucho trabajo levantarse, piensa. Entonces recibe el primer mensaje en su móvil, y al leerlo un escalofrío recorre su cuerpo desnudo.

"Suerte que hoy no trabajas, yo ya estoy en la oficina jejeje"

Cristina empieza a temblar, comprueba el destinatario, sí, es de él. Del becario. Entonces llega un segundo mensaje igualmente aterrador:

"Quédate durmiendo lo que quieras, cuando salgas cierra de portazo"

Está a punto de desmayarse pero el horror continúa al recibir un tercero.

"Te he dejado unas toallas encima del armario por si quieres ducharte. Un beso"

Desde la cama ve el armario y en efecto las toallas están allí. Pero eso a ella le da igual. Lo único que le importa, lo que le aterroriza, es que si el becario ya está en la oficina… entonces... ¿quién demonios es el hombre es que está durmiendo en la cama de espaldas a ella?

sábado, 1 de marzo de 2014